Cuando hablamos de grasa podemos usarlo como sinónimo de un lípido sólido a temperatura ambiente, por ejemplo la manteca o el gordito de un steak o un aceite que es líquido a temperatura ambiente, como el aceite de maíz o de coco.
En 1827 William Prout, químico y físico inglés, reconoció a las grasas como un nutriente importante en la dieta, al mismo nivel que las proteínas o hidratos de carbono, pero con una particularidad muy importante que relaciona a los lípidos con enfermedades cardiovasculares y por supuesto con el sobrepeso u obesidad.
Los lípidos constituyen aproximadamente el 25% del aporte de kilocalorías provenientes de nuestra dieta. Como lo explicamos, 1 g.de proteína y 1 g. de hidratos de carbono nos aportan 4 kcal.; sin embargo, 1g. de lípidos nos aporta 9 kcal., y al igual que los hidratos de carbono, un consumo excesivo de estos conlleva a un incremento de peso ya que este exceso se almacenarán en las células llamadas adipocitos o lo que comúnmente conocemos como llantita, lonjita o gordito.
Pero no todas son malas noticias, hay que mencionar que gracias a esta reserva de energía acumulada, los seres humanos somos capaces de sobrevivir sin alimento durante semanas e incluso meses.
Así que reivindiquemos a las grasas, porque aunque siempre se le ha tenido un gran temor, sobre todo cuando nos dicen que tenemos niveles elevados de triglicéridos o como dice la canción ¡Me sube el colesterol!, pero los lípidos cumplen con funciones muy importantes en nuestro organismo. Por ejemplo, algunos depósitos de grasa se consideran como grasa estructural, digamos que forman una barrera que permite mantener en su posición a los órganos o nervios del cuerpo y al mismo tiempo los protegen de lesiones traumáticas.
También, esta grasa estructural se encuentra en las palmas de las manos y de los glúteos, y protege a nuestros huesos de la presión mecánica. Una capa subcutánea de grasa aísla el cuerpo, conservando el calor y manteniendo la temperatura corporal.
Además, la grasa de la dieta es esencial para la digestión, absorción y transporte de algunas vitaminas como la A, D, E y K. De igual forma, reduce las secreciones gástricas, retrasa el vaciamiento gástrico y facilita la digestión de los alimentos al estimular el flujo de la vesícula biliar y páncreas.
Lo que es cierto, como dijo William Prout, es que siempre debes cuidar la calidad de grasa que consumes. También, es muy importante verificar qué tipo de grasas son las ideales y de dónde provienen, si son grasas naturales o procesadas, si tus alimentos van cargados de ellas o solo acompañan tu dieta.
Las grasas en este caso vamos a clasificarlas de la siguiente manera:
Grasas Saturadas | Grasas Trans | Grasa monoinsaturada |
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Recuerda que del consumo total de lípidos, debes preferir el consumo de grasas monoinsaturadas en lugar de las saturadas o trans.
Una vez más te recomendaremos que de la mano de un especialista, revises la inclusión de grasas en tu dieta ya que son vitales en la aportación de energía, actividad cerebral, regular nuestra temperatura y protegernos, entre otras funciones y beneficios.
Un especialista en nutrición sabrá si es recomendable que reemplaces las grasas saturadas según tus objetivos o al contrario, si hay carencia de grasa en tu cuerpo, seguro te recomendará una mayor ingesta de lípidos. La conclusión es simple, el diseño de una dieta específica según tus requerimientos es crucial para nutrirte, conservar tu salud y prevenir enfermedades.